Me ha parecido tratar esta materia con tan menudas circunstancias, aunque a algunos parezoa nimiedad: porque ni todos las saben, nu yo haste aora lo he hallade escrito en autor alguno; u no importa menos, que la total seguridad de la pintura, y su perpetuidad, como experimentamos (especialmente en los lienços) destruidos originales muy peregrinos, por la mala calidad de los aparejos, con gran dolor, y quebranto de los apasionados. Yespecialmente en los de nuestro grande Espanol Joseph de Ribera, algunos tan.ercos, y endurocidos, que no solo es impossible arrollarlos; para poderlos transportar de un lugar à oltro; sino, que aun fin esso, estèn totalmente saltados, y destruidos,e incapazes de remedio; y todo procede de estàr los apareios tan cargados, que con facildad se quiebran, y se despiden de el lienço, en llegando con el tiempo a perder totalmente el jugo de el azeyte, que les dà la correa, y docilidad. Y por esso no he puesto, entre los modos de aparejar los lienços, el de la cernada, que es sobre la primera mano de cola, darle al lienço otra de una cernada, à manera de gacha, de ceniza cernida, y cola de retazo, con lo qual queda el lienço bastantemente cubierto, y con solo un enjuague de imprimacion muy rala à el olio, se le hallan imprimado: y aun sobre la mano de cernada, apomazandola, le dàn otra de cola, que todos son medios para facilitar, que à poco tiempo falte la pintura. Y assi se ha de tener por regla infalible, que quanto mas delgada estuviere la imprimacion, y que se vea la superficie de el lienço, y este se halle mas penetrado, y abrazado de la imprimacion de el olio: tanto mas segura, firme, y durable sera la pintura. Y tambien advierto, que es menester saberlo hazer, para saberlo mandar: bien, que en Madria ay imprimadores de oficio, que nos alivian de este cuydado.